Si bien el comunicado de lanzamiento del certamen continental hace referencia a la creación de un torneo femenino, la disciplina debe afrontar una serie de preguntas a las que todavía no posee respuesta.
Por Lucio Orlando.
Solo 24 horas después del anuncio histórico, el universo del fútbol todavía se encuentra atónito ante la creación de la Superliga europea. El certamen, de carácter privado y ajeno a las ordenanzas de la FIFA y UEFA, llega para demoler la estructura deportiva tradicional del viejo continente al concentrar los recursos económicos entre un puñado selecto de equipos fundadores.
Las ramificaciones finales de este nuevo emprendimiento todavía son desconocidas y estas mismas se incrementan al abordar el fútbol femenino: si bien los dueños de los clubes que forman parte de la Superliga informaron que un torneo femenino se pondrá en marcha “tan pronto como sea posible”, la falta de detalles concretos y la catarata de información sobre posibles sanciones ponen en tela de juicio si el certamen tendrá un impacto positivo en la disciplina.
Desde una mirada institucional, la FIFA y UEFA han dejado conocer su postura en contra ante la nueva situación. Al mismo tiempo, ambos órganos rectores comunicaron sobre las posibles penalizaciones que afrontarían los jugadores que participen de la liga, pasando desde la prohibición de participar con su seleccionado nacional hasta una posible proscripción de sus clubes en los torneos controlados por ellos.
Al mismo tiempo, las federaciones nacionales también podrían adoptar una posición similar al de las instituciones superiores. Mientras que las mismas se encuentran realizando reuniones con los clubes sobre los próximos pasos a seguir en la lucha contra la Superliga, uno de los posibles castigos que se barajan en la expulsión de los equipos involucrados de los torneos locales.
En el caso de que se prosiga con esta decisión, las consecuencias pueden ser catastróficas para estas competencias nacionales. En España, por ejemplo, la prohibición deportiva del Barcelona, Real y Atlético Madrid no solo causaría una disminución notable en el prestigio de la Primera Iberdrola, sino que también tendría como consecuencia una baja en los derechos de televisación.
Otra de las cuestiones a analizar es la ausencia de algunas de las grandes potencias del fútbol femenino europeo. Mientras que por ahora los integrantes provienen de España, Inglaterra e Italia, clubes de la talla del PSG, Olympique de Lyon o el Wolfsburgo, quienes han levantado nueve de las últimas diez copas de la Champions League, no forman parte del proyecto inicial y tampoco tienen intenciones de pasar a competir en este nuevo proyecto.
Al mismo tiempo, Europa solo cuenta con Francia, Alemania e Inglaterra como los únicos países que cuentan con una liga profesionalizada y solo el último de ellos tendrá representación en la Superliga. Además, entre los clubes británicos se destaca la falta de historia en la disciplina: mientras que Manchester United solo lleva tres temporadas desde su creación, el Liverpool se encuentra disputará su segunda temporada en la segunda categoría luego de fallar en conseguir el ascenso.
En este sentido, las futbolistas no tardaron en alzar su voz y comunicar al mundo su descontento en torno al proyecto autoritario. Ada Hegerberg, ganadora de cinco Copas de Campeones con el Lyon, fue una de las pioneras al utilizar sus redes sociales dejando su mensaje: “Crecí amando la Champions League. Luego jugué la Champions femenina. Luego gané cinco de ellas y me convertí en la máxima goleadora de todos los tiempos. Es el legado. Es el pasado, el presente y el futuro, y también la meritocracia en el deporte. La codicia no es el futuro”.
Por su parte, Nadine Kessler, máxima responsable del fútbol femenino en la UEFA, considera que la Superliga “es una amenaza directa a todos los planes que hemos elaborado cuidadosamente, junto con la ECA, sus clubes y las ligas, para la nueva Liga de Campeones femenina de la UEFA. Se trata de un torneo que brindará visibilidad, más competencia, recompensa financiera y solidaridad, todo con el objetivo de generar una nueva era para todo el fútbol femenino”.
“Estos clubes deben poder tener la ambición de formar parte de la cima del fútbol a nivel europeo, es decir, de la Liga de Campeones femenina de la UEFA. Con una Superliga femenina europea cerrada, esto no es posible. Y, por supuesto, tal desarrollo sería igualmente devastador para todas las ligas nacionales, que han hecho enormes esfuerzos para profesionalizar el fútbol femenino”, concluyó la también ex futbolista del seleccionado alemán.
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