Estados Unidos es la meca del fútbol femenino. El “soccer” se introduce en la vida de las niñas desde sus primeros pasos en la escuela, y las acompaña a lo largo de su carrera universitaria. Si bien el modelo americano funciona desde hace años, la experiencia de las argentinas en este sistema parece tener otros matices. La beca deportiva es un camino para obtener un título universitario, pero ¿qué sucede cuando la universidad termina? En este especial de El Femenino conoceremos la experiencia del “sueño americano” pero con acento argentino.
Informe especial por Romina Sacher y Lucio Orlando. Producción Sol Amato.
En esta primera entrega del especial, repasamos los primeros pasos. La experiencia de cinco jugadoras: Luana Muñoz, Sophia Braun, Natalie Juncos, Laila Espamer y Sol Baldassini, que se abrieron camino en un sistema diseñado con el fútbol como medio y no como fin.
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“Mi sueño siempre fue jugar al fútbol a nivel universitario”
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Sophia Braun, tiene 20 años y es mediocampista. Nacida y criada en Estados Unidos y de madre argentina, integra la Selección Argentina Sub 20 que participó del último sudamericano en San Luis y San Juan.
Como cientos de miles de niñas y adolescentes en Estados Unidos, la ilusión de Sophia Braun por defender los colores de su universidad de ensueño empezaron a gestarse desde pequeña. Con solo seis años, sus padres decidieron anotarla en un club de fútbol en el cual comenzó su historia de amor con este deporte: “Se puede decir que, si bien mis papás me obligaron a empezar, fui yo la que terminó enamorándose, sin poder dejar de jugar”.
Esa pasión fue clave a la hora de mantener en foco su objetivo fundamental a medida que crecía. Durante los años de secundaria, Sophia formó parte de un equipo competitivo, con el cual participó de diversos torneos con actuaciones sobresalientes.
Su talento natural con el balón bajo su control y su potencial obligaron a los reclutadores universitarios a pelearse por conseguir su firma en la parte baja de la beca deportiva. “Básicamente me comunicaba con diferentes entrenadores de escuelas que me interesaban. Así fue como empecé a establecer una conexión con los institutos. Finalmente, cerré el proceso al empezar a amar a la Universidad de Gonzaga”.
Sobre este transcurso de ofertas educativas y selección final, entran en juego muchos factores fuera del alcance de las mismas deportistas. “Para mí era muy importante seguir jugando en el nivel más alto, pero hay que entender que las instituciones también tienen que querer a las jugadoras”, explica Natalie Juncos, defensora de 29 años, nacida en Estados Unidos también con padres argentinos.
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“Es muy difícil recibir una beca, pero yo quería jugar“
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Al igual que Sophia Braun, Juncos – integrante de la Selección Argentina que disputó el año pasado la Copa Mundial Femenina de la FIFA, y actual futbolista de Racing Club- creció jugando con el objetivo de competir a nivel universitario como meta a realizar. “Es muy difícil recibir una beca, pero yo quería jugar. Tuve la oportunidad para seguir con mi carrera deportiva en ese nivel, además de continuar con mi educación”, analiza sobre las dificultades que debió superar a medida que iba creciendo.
En su último año de escuela secundaria, Natalie logró perfilarse cómo uno de los grandes talentos de Estados Unidos, recibiendo numerosas ofertas de universidades de renombre y con amplia historia en el ámbito deportivo. “Si bien tenía cómo opciones a Tennessee y a Mississippi, tomé la decisión de fichar con la Universidad de Florida. después de investigar bastante. Las tres universidades forman parte de la Southeastern Conference (S.E.C.), una de las divisiones más competitivas y reconocidas de la NCAA (National Collegiate Athletic Association) , organizadores de estos torneos”.
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La National Collegiate Athletic Association es una asociación compuesta de 1281 instituciones, conferencias, organizaciones e individuos que organizan la mayoría de los programas deportivos universitarios en los Estados Unidos de América. ____________________________________________________
A pesar de haber sido tenido en cuenta para numerosas instituciones, Juncos reconoce que el camino hacia alcanzar su objetivo no fue fácil. Con miles de chicas de todo el país disputándose pocas vacantes en los equipos de elite, la competencia es dura y requiere un compromiso enorme para seguir creciendo cómo futbolista.
“De las millones de chicas que juegan al fútbol en ese país y dejan todo por llegar, solo el 2.4% llega a jugar en esa categoría. El camino hasta ahí fue muy difícil”, explica Natalie.
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“No todas somos Alex Morgan“
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“Todo este trayecto que iniciamos desde los 9 años es un medio para un fin ya definido”, refuerza Sol Baldassini, la tercera representante argentina que creció en suelo norteamericano.
Sol nació en Buenos Aires, en el barrio de Mataderos, pero emigró con su familia a los Estados Unidos. La mediocampista de 25 años integró la Selección Argentina Sub 20 que disputó el Sudamericano del 2014 en Uruguay.
“Muchas chicas lo hacen pensando en la importancia que representa tener una beca universitaria, poder cubrir los gastos de tus estudios, para después vivir de eso. No todas somos Alex Morgan, que después de los cuatro años de juego, damos el salto a la liga profesional o del exterior”.
Al igual que sus compatriotas, Sol arrancó a jugar al fútbol desde joven. Su mamá fue la responsable de anotarla en un club al cumplir los nueve años, después de crecer de una familia que alentaba su pasión: “Yo siempre pateaba la pelota con mi papá. Es más, todos mis abuelos y tíos también eran futboleros. Apenas me anotó, fue cómo una adoración por completo. Desde ese momento no paré nunca más”.
Hasta cumplir los 18, Baldassini perteneció a uno de los equipos femeninos más importantes de Florida. Según explica, el Pinecrest Premier de Miami mantiene año a año su estatus entre los mejores tres planteles del estado, es top 5 de la región sureste y top 50 a escala nacional.
Esto genera un ambiente ideal para aquellas jugadoras que quieren dar el salto al siguiente nivel una vez que hayan terminado sus estudios secundarios. “Gracias a que jugué en un club de excelente nivel, los técnicos y scouts de las universidades venían a ver nuestros torneos constantemente. Así logré conseguir una beca en Georgia College”, sostiene.
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“Yo viaje a Estados Unidos para jugar al fútbol”
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Sin embargo, también existen caminos alternativos para llamar la atención de los scouts y ponerse en el mapa de las principales universidades del país norteamericano. Este es el caso de Laila Espamer, futbolista nacida en Córdoba, cuyos goles y gambetas quedaron relativamente grandes para las ligas provinciales en las que participaba.
La mediocampista cordobesa de 25 años dio sus primeros pasos en el fútbol argentino, inicialmente en su provincia y luego en Buenos Aires. Vistió la camiseta de River y se consagró campeona con San Lorenzo en el 2015.
“Yo viaje a Estados Unidos para jugar al fútbol”, sentencia Laila mientras cuenta que, sin tener duda alguna, fue a probarse a los campus de entrenamientos organizados por el Washington Spirit, franquicia de la National Women’s Soccer League.
Aun cuando fue capaz de mostrar su talento a lo largo de las prácticas, el entrenador le recomendó tomar una vía alternativa a la hora de continuar su carrera como futbolista: “Me explicó que, como todavía era muy chica, podía irme a una universidad ya que mantenía la elegibilidad. Para eso fue necesario buscar una liga más chica, una semiprofesional, donde los scouts van a reclutar jugadoras para los torneos de verano”.
Y así fue. Con actuaciones destacadas, los cazatalentos del nivel terciario tampoco presentaron incertidumbres a la hora de ofrecerle una beca, pero la falta de dominio sobre el idioma forzó la mano de la jugadora al tener que considerar opciones de competencia inferior.
“Me llamaron de una universidad de división 1, la más alta en la que se organizan los torneos universitarios, pero me pedían un nivel de inglés más alto del que yo tenía en ese momento”, explica sobre los motivos que le hicieron favorecer la oferta de la Martin Methodist College, ubicada en el pequeña ciudad de Pulaski, Tennessee.
“En la universidad que estoy ahora no tenían muchos problemas con eso porque tienen un programa donde me enseñaban el idioma a pesar de no haber aprobado el examen inicial”, agrega, aclarando que su equipo disputa los torneos de la National Association of Intercollegiate Athletics (NAIA), una organización deportiva en paralelo a la NCAA.
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La National Association of Intercollegiate Athletics es una asociación compuesta por 287 instituciones universitarias de los Estados Unidos de América, Canadá y Bahamas cuya finalidad es integrar la vida deportiva en el entorno académico de estas instituciones.
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“Siempre mantuve la idea de que triunfar en el fútbol femenino“
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Otro caso similar al de Espamer es la situación que vivió Luana Muñoz al plantearse la idea de emigrar al norte del continente para continuar con su carrera futbolística. “Cuando estaba en River, tuve la posibilidad de conocer a Gaby Garton. Me contó su experiencia de estudiar allá y me pareció una excelente idea”, recuerda la jugadora sobre su paso por el conjunto de Núñez en 2014
La defensora argentina de 21 años, debutó en el 2012 en River Plate para luego pasar a UAI Urquiza, equipo con el que obtuvo la medalla de bronce en la edición 2015 de la Copa Libertadores Femenina. Nacida y criada en Avellaneda, Luana disputó con la Selección Argentina Sub 20, los Sudamericanos de la categoría 2014, 2015, 2016 y 2018.
“Más si tenemos en cuenta que siempre mantuve la idea de que triunfar en el fútbol femenino es bastante complicado y que por ahí iba a necesitar otro tipo de sustento en el caso de que no llegue a jugar como profesional”, prosigue sobre sus motivos que la llevaron a investigar sobre las posibles opciones y ponerse en contacto con una agencia especializada en situaciones similares.
Tras idas y vueltas, la jugadora desembarco en la Universidad de Texas Tech, instituto que no solo compite en una de las conferencias de gran jerarquía -Big 12-, sino que también se encuentra entre las 30 mejores plantillas en cuanto a resultados y talento de las 338 escuelas rankeadas por la NCAA.
Sea mediante un sueño de la infancia o en la búsqueda de nuevas oportunidades en el exterior, estas argentinas comparten el primer paso del largo recorrido de su carrera. Ir en busca del sueño americano representó además un salto enorme en la calidad de competencia que debieron enfrentar y un nivel superior de responsabilidad enfocado en mantener los estándares esperados como estudiantes universitarias.
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