por Romina Sacher
Cada vez que intentamos soltar, cuando queremos dejar atrás la Copa América de Abril, un acontecimiento como el del último jueves trae todo de nuevo. Casi 6 meses después, volvemos a recordar ese 22 de abril donde finalizó el clasificatorio sudamericano que, para Argentina, significó el despertar de una nueva selección.
La Copa América de Chile significó el renacer de una mística de equipo que logró, mucho más, que la clasificación a los Juegos Panamericanos o la esperanza de la Clasificación al Mundial de Francia 2019 a través del repechaje.
La Selección Argentina logró mantenerse en la agenda mediática de forma permanente durante 6 meses. “Sobreviviendo” a la disputa del Mundial masculino de la FIFA y a los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires para citar dos ejemplos de eventos globales.
Hoy que los grandes medios se pelean por el bien más preciado: la atención del consumidor. Hoy que el “lector” o el dueño del celular, la tablet -o cualquier dispositivo- puede, a gusto y piaccere, decidir cuándo y cómo consume contenidos. Hoy, frente a ese nuevo paradigma de medios, la selección de fútbol femenino perduró.
Gracias a las historias de las jugadoras, a los amistosos internacionales, a los entrenamientos en el Predio de Ezeiza, a los viajes, la gira histórica, a las pruebas a lo largo del país y las fechas FIFA de por medio, Argentina perduró.
Durante 6 meses, y después de 2 años de letargo, aquel Abril significó mucho para las que compiten en el torneo local. Ellas son y serán sólo ellas las protagonistas de la nueva historia del fútbol femenino argentino.
Durante 6 meses, y después de 2 años de letargo, aquel Abril significó mucho más para las que encontraron el camino para emigrar y perseguir su sueño. Ese que dice que alejándote de tus seres queridos, otra vez -porque aunque el desarraigo lo tengas entrenado duele igual- podes vivir sólo del fútbol.
Durante 6 meses, y después de 2 años de letargo, aquel Abril significó -por más que intentemos negarlo- mucho para quienes hoy tenemos el privilegio de mostrar las hazañas de ellas. Las jugadoras protagonistas ¡en vivo! por televisión nacional. Escenario impensado hace sólo tres años atrás.
La incertidumbre de aquel tercer puesto hoy se transformó en ansiedad. La tristeza y desazón de aquel 22 de abril, que intentamos soltar una y otra vez, se convirtió en la piedra fundacional. Y el silencio de ese vestuario post Chile hoy se convirtió en sed de revancha.
Esa tarde significó el renacer de un equipo y de una disciplina que exigía a gritos este protagonismo.
Porque es un sentimiento. No. No podemos parar. No vamos a parar. Lo podemos intentar pero, 6 meses después, y por más que lo intentemos, a soltar a la iglesia.